La noche era más fría de lo que podía imaginarse. Ella, absorta del mundo que la rodeaba, caminaba sin sentido alguno, buscando dejar atrás aquello que la lastimaba. Sabía que no podría escapar de él por siempre, pero por ahora no tenía las fuerzas suficientes para si quiera verlo.
El cielo encapotado a tal punto de una negrura absoluta, avecinaba una fuerte tormenta. A ella no le importó; siguió su camino sin rumbo. Tenía el rostro empapado por las lágrimas y más pálido de lo normal por el frío. Sin embargo era tal el dolor que sentía en el pecho que el frío parecía reconfortante. Divisó no muy lejos de donde estaba una plaza desierta. Caminó hacia allí y tomó asiento en una de las hamacas. Se balanceó suavemente hacia delante y hacia atrás, cerrando los ojos y disfrutando del viento golpeando su cara. Después de mucho tiempo se sintió viva, como si los problemas que acarreaba no fueran de ella, sino de alguien más. Sonrió deseando con todas sus fuerzas que eso fuera cierto.
Las horas pasaban, nadie conocía su paradero. Ella no tenía deseos de volver. Quería que por una vez en su vida alguien notara su ausencia y se preocupara. Quería sentirse importante. Odiaba ser un ser insignificante en la vida de los demás, igualmente sabía que esa no era la forma de que alguien la note, más no le importaba.
La noche se hacía cada vez más oscura, la tormenta se encontraba más cerca. Ella seguía columpiándose, sonriendo de la forma en que hacía tiempo que no lo hacía. Gotas gruesas de lluvia empezaron a caer, una tras otra, en una danza sin fin, cada vez con mayor velocidad e intensidad. Al poco rato se encontraba empapada y muerta de frío. Seguía sin importarle, se sentía viva.
Detuvo la hamaca y se levantó de allí. Empezó a caminar en círculos por la plaza, disfrutando del agua helada cayendo sobre ella. Se detuvo, miró hacia el cielo y sonrió. Levantó ambos brazos y empezó a girar sobre si misma, cada vez más rápido, hasta que cayó al suelo. Ese fue en momento en que la realidad la golpeó en la cara; estaba sola. Nuevas lágrimas comenzaron a caer, sólo que esta vez con mayor intensidad. Cubrió su rostro con las manos, escondió sus lágrimas.
Sintió unos pasos acercarse, reconoció el calzado. Con una de sus manos secó las lágrimas que le nublaban la vista, levantó la cabeza y observó al dueño de esos zapatos. Le sonrió. El estiró su mano, ella la tomó y se puso de pie. Ella lo miró a los ojos y con la intriga reflejada en su mirada, cuestionó:
-¿Cómo me has encontrado?
-Sabes que siempre lo hago.
Ella sólo sonrió y el rodeó con un brazo sus hombros. Juntos caminaron sin rumbo, desapareciendo para siempre.
Es totalmente un delirio. See ya'
Dorian Gray
Hay momentos en los que la pasión por el pecado, o por lo que el mundo llama pecado, domina hasta tal punto nuestro ser, que todas las fibras del cuerpo, al igual que las células del cerebro, no son más que instinto con espantosos impulsos. En tales momentos hombres y mujeres dejan de ser libres. Se dirigen hacia su terrible objetivo como autómatas. Pierden la capacidad de elección, y la conciencia queda aplastada o, si vive, lo hace para llenar de fascinación la rebeldía y dar encanto a la desobediencia.
Monday, 8 February 2010
No es sano ésto.
Producto de una fuerte pelea con mis viejos:
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Quiero que me pasa eso! Por favor.
ReplyDeleteun beso :)
La última parte me mató es hermoso lo que escribiste! De las peleas con mis viejos lo que resulta es que terminé llorando si fue por algo bastanta grave o en todo caso escribo, no sé cuando estoy mal o triste salen más rápidas las palabras, beso!
ReplyDeleteEs una locura? Naah, yo también quiero que me pase eso y sentirme viva!
ReplyDeleteBuenos escritos.
ReplyDeleteHermoso, hermoso. Muy profundo y logré imaginarme cada detalle:)
ReplyDeleteSeguiré pasando por aquí, un beso!
Me pasó lo mismo que a Antonella... imaginé cada detalle a medida que lo leía :)
ReplyDeleteImaginé toooodo mientras leía !
ReplyDeleteP.D.: estamos a full con las peleas con mamá y papá eh, mi entrada es precisa y exactamente E S O.