High school never ends

Me queda exactamente una semana y media de secundaria. Todavía no caigo en la cuenta de que ya se termina... Ya pasaron cinco años. Con la charla que nos dio uno de mis profesores favoritos, me puse un poco nostálgica y empecé a recordar cómo eran las cosas en el primer año: compañeros nuevos, colegio nuevo, profesores nuevos. Me dí cuenta que muchas de las amistades que tuve desde el momento en que comencé el colegio, hoy algunas prosperaron, otras siguieron igual y, otras terminaron. Pero ahora, todo lo que anteriormente era nuevo para mí, me resulta tan común. Ayer me cayó la ficha de que, aunque siempre estuve diciendo de que no veía la hora para irme a la facultad y empezar desde cero, hoy puedo decir que en parte no quiero. Porque eso implicaría dejar de compartir todas las clases y recreos con mis amigas, escuchar y reírme de los comentarios de mis compañeros, quejarnos una y otra vez de los profesores, de las disposiciones del nuevo rector. No quiero dejar de ver esas caras todas las mañanas y reírme de que somos descendientes de las amebas o que nos llamen amebas anestesiadas. No me importa que a veces las cosas se pongan bastante insoportables porque, a fin de cuentas, son mis compañeros y no cambiaría un sólo momento que pasé con ellos. Fueron esos momentos los que hoy en día nos hicieron como personas. Empezamos todos siendo unos pendejos estúpidos que se creían los más vivos (a veces lo seguimos siendo) y hoy en día, ya somos lo más cercano a adolescentes Irresponsables, pero que cuando se tienen que quedar en el molde lo hacemos.
Crecimos y dentro de dos semanas cada uno va a tomar el rumbo que le corresponde.